jueves, 3 de marzo de 2011

LOS RECLAMOS DE LOS ESTANCIEROS

LOS RECLAMOS DE LOS SECTORES RURALES
Como hemos señalado el afianzamiento de la explotación del ovino modificó sustancialmente los modos de producción ganadera. Marcó el comienzo de la diversidad de la producción y de las exportaciones, contribuyó a valorizar los campos, determinó cierta tecnificación y alentó la sedentarización de la mano de obra rural. Se podría decir que definitivamente el capitalismo ingresaba en la campaña uruguaya.
Estos cambios económicos y sociales también modificaron el pensamiento de los estancieros. Los cambios se hacían en base a la inversión de dinero y el estanciero no quería perder su inversión. Las revoluciones y las guerras civiles significaban pérdidas enormes. “Esa calamidad, ese martirio que se llama guerra civil, vino a destruir tan gratas esperanzas” sentenciaba Juan Ramón Gómez, primer presidente de la Asociación Rural del Uruguay. Se refería a la revolución de las Lanzas acaudillada por Timoteo Aparicio que se extendió entre 1870 y 1872.
Las consecuencias de las guerras en la campaña afectaban de varias formas a los estancieros empresarios. El enganche de peones (voluntario a veces, forzoso en muchas ocasiones, privaba a los hacendados de mano de obra. Los ejércitos en lucha, tanto los rebeldes como los oficiales, mataban animales indiscriminadamente para alimentarse o vender los cueros. Algunos aprovechaban la situación de caos para robar ganado y llevarlo hacia Brasil. Y entre los animales muertos o robados a veces estaban los costosos ejemplares importados para mestizar. Las estancias se quedaban casi sin caballos ya que estos eran tomados por los ejércitos, porque se los consideraba elemento de guerra antes que de trabajo.Y sin caballos era imposible cuidar los ganados.
Además, al finalizar las guerras, los peones ques e habían acostumbrado a la vida a campo abierto, no retornaban fácilmente a la vida sedentaria a obedecer a sus patrones. Muchos se transformaban en bandidos que se mantenían robando ganado: “los matreros”. Incluso algunos pequeños estancieros que se arruinaban con las guerras se unían a estas bandas.
Esta situación impulsó a los estancieros (al menos a los vinculados a la estancia moderna) a agruparse, formando un poderoso “grupo de presión” sobre las autoridades para que pusieran orden en el campo.
La Asociación Rural del Uruguay.- El 3 de octubre de 1871 fue fundada la Asociación Rural del Uruguay (ARU) por iniciativa de los estancieros más emprendedores de la clase alta rural. Elaboraron un programa de reivindicaciones que respondía a sus intereses y necesidades y trataron de transformarlo en el programa de todo el país. Según ellos la ganadería constituía la única fuente de riqueza del país y todo lo que la beneficiara servía a los intereses nacionales. Era un punto de vista muy egoísta pero no se puede negar que partía de una realidad: el 90% de las exportaciones del Uruguay correspondían a derivados d ela ganadería.
En el proceso de creación de la ARU tuvieron un importante papel los estancieros extranjeros, particularmente los ingleses, aunque no faltaban hacendados nacionales como Domingo Ordoñana o Juan Ramón Gómez. Muchos de los integrantes del gremio de estancieros estaban vinculados a la actividad comercial en Montevideo. Tenían una formación urbana e intelectual que los diferenciaba del resto de los hacendados y eso los convirtió en los “encargados” de transmitir al resto el “espíritu de empresa”.
A partir de 1872 la ARU comenzó a editar una revista quincenal dirigida por José María Castellanos. En el primer número ya anunciaba cuales serían los puntos principales de su prédica: la situación de la campaña “descuidada y abandonada a sus propias fuerzas”, la necesidad de hacer respetar la propiedad privada, extender la educación a la campaña y que “los dineros municipales sean manejados y empleados como corresponde”.
La revista no sólo se distribuía a los socios de la ARU sino que se enviaba a las escuelas rurales, juzgados, comisarías, Jefes Políticos, Ministerios y oficinas públicas. En un medio carente de publicaciones especializadas contribuyó a la difusión de temas científicos, además de difundir los reclamos y propuestas de la ARU.
Dentro de los propósitos de la ARU estaba el de disciplinar a la población de la campaña, en particular a “los hombres sueltos”. Pero si bien los estancieros promovieron el disciplinamiento de la sociedad, no eran los únicos interesados. Los estancieros desde la revista de su gremio, los maestros de los libros de lectura y las aulas, los médicos desde los consultorios, los curas desde los confesionarios y púlpitos, los padres de familia desde las cabeceras de almuerzos y cenas, los políticos desde las editoriales de los diarios o desde el parlamento, los oficiales del ejército desde sus regimientos y los jefes de policía desde sus edictos. Todos ellos fueron los encargados de imponer las nuevas formas de actuar, basadas en el orden y en el respeto a la autoridad.
¿Cuáles eran los nuevos valores? Trabajo, ahorro, disciplina, orden y la salud e higiene del cuerpo fueron deificados a la vez que fueron diabolizados el ocio, el juego, la suciedad y la sexualidad. Los artículos de la Revista eran muy explícitos: “Trabajar es producir, crear valores para el cambio, y el movimiento de las industrias y el comercio con que se engrandecen los pueblos y afianzan su bienestar. No concebimos la felicidad en el ocio, ni otorgamos cualidades dignas a la pereza aunque se disfrace con la máscara de las circunstancias o de las crisis con que se pretende atenuar el abandono de sí mismo, y el olvido de los deberes del hombre para con la sociedad, que no es ni más ni menos que una colmena donde se desprecian los zánganos”. La educación, entendida como “educación para el trabajo”, era considerada como una de las  soluciones para los problemas del país: “Hay que uniformar la educación haciéndola obedecer a textos iguales, con libros iguales, con igual moral, con sentimientos cristianos”. También era importante la enseñanza religiosa o moral para arraigar a las familias y sedentarizarlas: “Se necesitan tres cosas indispensables para detener esa gente: el médico que la cure de sus males, el maestro de escuela que curta su natural rudeza. El sacerdote que le enseñe la moral cristiana”.
La reforma escolar emprendida por José Pedro Varela durante los gobiernos autoritarios fue una forma de extender las nuevas normas de convivencia. La escuela pública y obligatoria aseguraría el triunfo de la civilización sobre la barbarie, de la urbanidad sobre la campaña, de la disciplina sobre el desorden. Los textos de clase recogían la idea del trabajo como un bien social. En el libro de primero de la escuela “¿Quieres leer?” en su edición de 1900 se decía: “Yo quisiera ser rico para ayudar a los pobres”. En el libro de cuarto de escuela de los años 20 se expresaba: “ Trabajaré. Mientras soy pequeño ayudando a mis padres, asistiendo a la escuela y estudiando mis lecciones. Más tarde según mi inclinación, seré mecánico, obrero o ingeniero”.
La ARU trató de influir en las decisiones del gobierno a través de su prédica, de su poder económico y de las vinculaciones sociales de sus dirigentes. Muchos de estos eran activos participantes de la vida política actuando en los partidos políticos y ocupando cargos públicos. Fueron ministros o legisladores varios de los fundadores de la ARU como Juan Ramón Gómez, Daniel Zorrilla, Justo Corta, Marcos Vaeza, etc.
No interesaba a este grupo de presión quien gobernaba o si el gobierno era legítimo o no, sino la efectividad con que se encaraban y resolvían los problemas. Apoyaban a quien asegurara el orden y la paz en la campaña, hiciera obras públicas que permitiesen el incremento de la producción agropecuaria, impusiera una educación dirigida a mantener la estabilidad y creara hábitos de trabajo. Por eso el apoyo que dieron a los gobiernos autoritarios como el del Coronel Lorenzo Latorre.


El Código Rural.- Por iniciativa de la ARU la Asamblea General sustituyó la anacrónica legislación colonial, aún en vigencia, por un Código Rural que, obviamente, respondía a los intereses de la clase alta rural. Este Código fue aprobado en julio de 1875, cuando el gobierno estaba en manos de Pedro Varela y detrás suyo el hombre fuerte era ya Latorre.
Entre las disposiciones más importantes del Código Rural aprobado en 1875 tenemos las siguientes normas:
1) Los propietarios no tenían limitación en la cantidad de tierras o ganado que podían tener en propiedad.
2) No se obligaba a alambrar pero si se los obligaba a deslindar y amojonar los campos, inscribiendo las mensuras en un registro creado a tales efectos. Esta obligación perjudicaba a los pequeños propietarios que tenían más ganado que el que sus campos podía albergar e invadían campos de grandes propietarios sobretodo cuando faltaban pasturas. Ahora no tenían la excusa de no saber con claridad cuales eran los límites.
3) Para asegurar más la propiedad se prohibió recoger ganado extraviado en campo ajeno sin permiso del dueño del campo. Se eliminó el uso común de los montes (de donde se extraía leña o se refugiaba el ganado) pasando a ser propiedad exclusiva del dueño del campo donde esos montes se encontraran.
4) Se tomaban medidas para combatir el robo de ganado. Se estableció la obligatoriedad de las marcas de ganado y su registro y el uso de guías de traslado de ganado. El vendedor de ganado entregaba un certificado al comprador y este lo presentaba a las autoridades quienes entregaban una guía que debían tener los troperos o acarreadores del ganado cuando procedían a llevar el ganado de una estancia a otra o hacia el lugar de faena. Los acarreadores debían inscribirse en un registro que llevaría la policía de cada departamento, teniendo que probar su buena conducta para ser admitido en el registro. Quienes no estuvieran registrados no podían conducir ganado. El robo de ganado (abigeato) se penaba con fuertes multa.   
5) Se imponía una severa vigilancia a las pulperías volantes consideradas centro del tráfico de cueros robados.
6) Se definían las relaciones entre patrones y peones estableciendo normas para asegurarse los estancieros la permanencia de los peones en sus puestos de trabajo, aunque el patrón no tenía obligación de mantenerlos en él. El peón no podía abandonar su trabajo hasta la fecha fijada en un contrato (que se registraba ante un Juez), pero el patrón podía despedirlo argumentando razones morales: desobediencia, holgazanería o “vicios”.
7) Los estancieros serían responsables por las faltas o delitos que hicieran los agregados que vivían en sus estancias. De esta manera los estancieros “modernos” intentaban modificar uno de los hábitos de la estancia cimarrona: dar cobijo a los gauchos que andaban “sueltos” por los campos. Los estancieros lo pensarían muy bien antes de dar refugio a  aquellos hombres.
En 1879, ya con Latorre al frente del gobierno, se hicieron algunas reformas al Código Rural. Se estableció mayor severidad en la represión del robo de ganado, sustituyendo la pena d emulta por la pena de prisión, combatiendo los robos cometidos por algunos estancieros.  Además se estableció la medianería forzosa: si un propietario alambraba su campo los vecinos linderos tenían que pagar la mitad del costo del alambramiento. La medianería fue muy resistida, hasta por la propia ARU, ya que los pequeños y medianos propietarios no siempre podían pagar los gastos del alambramiento de sus vecinos latifundistas.
El Código Rural era el eficaz marco legal para los cambios económicos que llevaban adelante los estancieros progresistas nucleados en la ARU. Pocos años después de entraren vigencia, en la Revista de la ARU, un artículo expresaba claramente los beneficios que los estancieros obtenían de él: “El Código Rural, esa obra que es tesoro de bienestar y seguridad para la campaña, apenas fue puesta en vigencia empezó a causar los efectos que se esperaban: el contento de la población honrada de los campos, que no temía someterse al rigor de la ley, porque sabía que obrando bien estaba exenta de caer en sus penas; y el descontento de los ladrones de vacas y cuatreros, en pequeña y gran escala, porque veían que no era posible ya tener pastoreos de ganados orejanos, que no podían tener grandes cantidades de ganado pastando en campo ajeno, que los cueros robados no había pulpero que los comprase y que esas bolsas de oro donde desaparecían los ganados de los vecinos vendidos para ser faenados en Brasil, dejaban de existir para dar paso a la garantía de la propiedad” (Revista de la ARU, 30 de abril de 1878).

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